y el Balcón del Mediterráneo, icono de Tarragona, al lado.
El casco antiguo de la ciudad se encarama frente al mar, con el anfiteatro (del siglo II) a sus pies, y el Balcón del Mediterráneo, icono de Tarragona, al lado. Hay que subir a la plaza del Fòrum, donde se encuentra el Foro Provincial y el circo, un lugar muy apetecible. En una de sus esquinas se halla el Espai Vi (Santa Anna, 13), perfecto para un primer contacto con los vinos locales, y, muy cerca, otro de los clásicos en esta materia, el Vinissim (Santa Anna, 10).
Desde allí, y a través de callejuelas, se va desgranando un abanico de maravillas arquitectónicas, artísticas y gastronómicas.
El paseo lleva hasta la plaza de la Font, con sus animadas terrazas, descubre las murallas romanas y termina frente a la catedral, junto a la que se encuentra el restaurante AQ (De les Coques, 7), con cocina de proximidad y una cuidada carta de vinos con muchas marcas locales.
La Cuineta (Nou del Patriarca, 2) y el Degvsta (Cavallers, 6) son otras dos opciones recomendables.
A menos de 20 kilómetros se encuentra una de las famosas Catedrals del Vi, una joya modernista alrededor de la cual se estructura el pueblo de Nulles.
El edificio de la bodega Cooperativa Adernats es obra de Cèsar Martinell, data de 1917 y sus depósitos se llenaron de vino por primera vez en 1920.
Desde entonces, el centenar de miembros de la cooperativa han elaborado vino y cava y cosechado premios.
Ofrecen experiencias enoturísticas en las que combinan la cata de sus vinos con visitas a las espléndidas instalaciones y productos gastronómicos de la zona.